Operación Catástrofe, una novela ambiciosa

Last Updated: enero 2, 2025By

Por Urbano Muñoz Ruiz

Un futuro próximo inquietante en una tierra marcada por la violencia es tema de la novela Operación catástrofe (Lima: Ed. Apogeo, 2024), de Francois Villanueva. Narra hechos dramáticos que ocurren en Ninareal, ciudad ubicada en la selva central de un país llamado Virú, donde al accionar endémico del narcotráfico y los remanentes de cierta organización extremista se ha sumado la presencia de una corporación maderera transnacional denominada Compañía Lealth.

La novela inicia con el nudo narrativo: “Sebastián Albur no pudo pegar los ojos aquella madrugada herida por lluvias, truenos y ventarrones. Se enrollaba entre las sábanas y el cubrecama, sudando a borbotones, con distintas ideas atropellando su mente, que naufragaba en un universo constelado de puertas, que accedían a habitaciones vacías y profundas, por cuyos pasillos lóbregos podía perderse en la intemporalidad, un infinito ahogándose en los latidos, cada vez más furiosos y galopantes”.

El estilo nos recuerda a la prosa de Gabo en Cien años de soledad, por su técnica moderna y la descripción detallada de la naturaleza exuberante gracias al despliegue de un lenguaje poético cargado de imágenes sugerentes.

Sebastián, el personaje de la novela, es un joven extremista, cuya organización ha decidido reiniciar la lucha armada en Ninareal. Ello implica la toma de la Compañía Lealth, el asalto a la comisaría policial y la ejecución del alcalde de la ciudad. Precisamente, la novela inicia con la mañana tempestuosa en que Sebastián amanece en Ninareal, ansioso, pues va a cumplir con la misión que le asignaron: ejecutar al alcalde.

Más adelante, es asesinado el alcalde y, simultáneamente, un grupo armado ataca a la comisaría y otro toma el edificio de diez pisos de la Compañía Lealth. Todo esto ocurre en medio de la tempestad que se ha desatado poco antes y no tiene trazas de cesar.

¿Quiénes son los extremistas? ¿Por qué han decidido reiniciar su lucha en Ninareal? Algunos de ellos son intelectuales que no ven otra salida que la violencia a los problemas sociales del país, problemas que en el siglo XXI se han agudizado debido a la corrupción generalizada y la contaminación ambiental. Es el caso de Sebastián, quien de niño sufrió los estragos causados por los extremistas en Ninareal en la década de 1980 y tuvo que huir con su familia hacia la capital del país y, no obstante esa experiencia, ya de joven ha vuelto para reiniciar la lucha armada.

Entre los extremistas figuran también extranjeros como Maraco, un cuarentón nacido en Madrid. Tampoco faltan las personas resentidas como el carpintero Alfredo Verástegui, un sobreviviente de los años 80, cuya carpintería prosperaba hasta que quebró debido a la llegada de la Compañía Lealth. Parecida es la situación del sexagenario Arnaldo Fuentes, quien desde su juventud en la década de 1970 se dedicó al narcotráfico y sus hijos terminaron consumidos por la drogadicción. En suma, la mayoría de los extremistas son jóvenes que anteriormente trabajaban para los narcotraficantes, cargando mochilas de PBC o dándoles protección armada.

Sus ideas políticas no quedan claras, salvo en el caso de Sebastián, quien, justificando la ejecución del alcalde, dice: “Yo veo en ese crimen el germen de la revolución mundial. La corrección de la falsa democracia. Veo una justicia popular correcta y necesaria. La respetada Ushanan Jampi contra el criminal, el delincuente, el violador de la verdad y de lo justo (…). Se debe respetar al pueblo y no engañarlo. No se puede burlar de él. Yo clamo la igualdad para todos. El renacer de las masas. El trato igualitario para todos los ciudadanos (…). ¡Todos somos iguales y como tal tenemos los mismos derechos!”.
No se menciona el nombre de la organización, aunque en un episodio se alude a un adolescente dogmatizado con la ideología senderista. El calificativo “senderista” deja en claro que la organización de Sebastián es un remanente de Sendero Luminoso.

Sus acciones no tienen éxito. El ataque a la comisaría fracasa debido a la resistencia policial y, tras sufrir muchas bajas, los atacantes huyen hacia el bosque, donde son muertos por los refuerzos militares que van llegando. Tampoco les va del todo bien a Sebastián y su grupo: tras asesinar al alcalde, emboscan a una patrulla militar y deben huir. Por su parte, el grupo que tomó el edificio de la Compañía Lealth, si bien retiene a un centenar de empleados de la empresa, queda rodeado. Simultáneamente, las autoridades del país decretan estado de emergencia y toque de queda en Ninareal.

Utilizando el monólogo interior, Francois presenta la reacción de la población. Así, para un evangélico, el accionar de los extremistas y la tempestad que azota a Ninareal son señales de que el final de los tiempos ha llegado. Un turista que iba de paso por el lugar lamenta haber llegado en tal coyuntura. Un poeta expresa su rabia porque no puede salir de la ciudad. Y una prostituta cuenta que, tras cerrarse el prostibar donde laboraba, ella y sus compañeras han sido retenidas por los policías, que no contentos con retenerlas se encaman con ellas sin pagarles por el servicio. También se inserta el monólogo de un comerciante de carne que está desesperado porque su negocio ha quebrado.

En el tercer capítulo, se narra la historia del arribo de la Compañía Lealth a Ninareal a inicios del nuevo milenio y cómo se desarrolló la ciudad gracias a esta transnacional dedicada a la industria maderera y la exportación de muebles de alta calidad.

Un hecho memorable es la inauguración de la empresa, con la asistencia del presidente de la República y sus ministros y cómo se dio una tremenda fiesta en la ciudad, con el saldo de varios muertos a causa de peleas entre ebrios. Poco después de la fiesta es que Sebastián llega desde la capital del país para participar en el reinicio de la lucha armada.

Un aspecto llamativo de la novela es la presencia de elementos tecnológicos de uso masivo en el nuevo milenio: laptops, teléfonos celulares, señales de Internet. Otro aspecto interesante es la fuerte presencia del narcotráfico y temas afines: la prostitución, la vida marginal, el alto consumo de alcoholismo y otras drogas.
Llama también la atención el rol que cumple la prensa. Lejos de explicar los hechos que sacuden a Ninareal, se queda en la sensorialidad. Así, un periodista radial dice: “Ya se cumplieron dos días desde que aquellos sediciosos tomaron la Compañía Lealth, e incluso ellos han amenazado con destruirla con explosivos y continuar asesinando a los rehenes. Recordamos a nuestros oyentes que los terroristas poseen gran arsenal de armamento de fuerte calibre y exigen el final de los negocios emprendidos por la Compañía Lealth en la selva (…). Es indignante. No se puede permitir que los terroristas, que ya se creían exterminados, den un golpe de esta magnitud. ¿En dónde estamos, caballeros? (…) Es nuestro deber decirlo: Esos rebeldes asesinos deben desaparecer. Exterminarlos sería la palabra más precisa. La inseguridad que provocan esa clase de delincuentes es lo que hace que nuestro país sufra, llore, fracase”.

La toma del edificio de la Compañía Lealth tiene un desenlace fatal. Se produce un motín de los rehenes, en el cual son muertos la mayoría de los sediciosos. Al anochecer, la tempestad que sacude a Ninareal se convierte en diluvio y los huaicos hacen un mar de lodo en el que se hunde la ciudad, incluyendo el edificio con todos sus ocupantes.

Los escasos sobrevivientes de la organización extremista huyen lejos. Poco después, Sebastián, que vivía escondido en una ciudad serrana, es traicionado por uno de los suyos y es abatido a balazos.

En el capítulo final, se lee “El último paradero es el infierno”, un escrito que es todo lo que ha quedado de Ninareal. Allí se cuenta la historia de la ciudad hasta la guerra librada por los senderistas contra el Estado a fines del siglo XX. Es el escrito de Dalmacia, una profesora que da su testimonio en tercera persona dando fe de la brutalidad con la que actuaron ambos bandos.

Sigue a este escrito el diálogo de los sediciosos Shupe y Malito, quienes van huyendo por el monte en busca de otra oportunidad para un nuevo comienzo, ya convertidos en creyentes religiosos. Así finaliza la novela.

Operación catástrofe es la representación de un futuro posible en la selva central de Virú, que suena similar a Perú. Un futuro nada alentador, pues, según el autor, se trataría de un nuevo fracaso, porque la violencia no lleva a nada bueno. Francois ha escrito entonces una fabulación cuyo propósito no es hurgar en las raíces de la violencia política para explicarla, sino representar sus horrores, sin pretender conjurarlo necesariamente para que no se vuelva a repetir.
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Urbano Muñoz Ruiz

Poeta, narrador y ensayista
Magister en Comunicación Social – UNMSM
Doctor en Educación – UNSCH

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