Very Nice señor Kafka

Last Updated: marzo 16, 2023By

Un día Julito Gonzáles se levantó convertido en Kafka.

Fue a su cocina para lavarse y en el espejo se dio cuenta de sus pómulos salientes, mirada de Dante enamorado de Beatriz, la beatnik del cielo y la de piel tan blanca como una fotografía de Bela Lugosi sacada con un flash de mil watts.

-No puede ser se dijo. Anoche solo comí frijoles.

Pasó a su balcón a comer una tortilla que su mamá le había dejado colgada en el
tendedero, se la empujó con café y dijo:

-Estas cosas que le pasan a uno, después dicen que soy medio alocado, pero
sinceramente no creo que mis mejores amigos que a la vez son mis máximos detractores despierten un día convertidos en una cosa que no son o que pierdan su celular en una casa de cortesanas.

Pensó que lo mejor era apurarse a ir hacia el centro de Lima donde tenía que presentarse a las
nueve en punto para ver si lo contrataban de redactor en una nueva revista de variedades.

Luego de la entrevista, en una casona por el jirón Superunda, el dueño de la revista se lo quedó mirando un rato y eructó mientras firmaba unos papeles.

-Estás contratado hijo, son 400 machacantes al mes más bono de reconocimiento
si es que suben las ventas. No está permitido comer en la oficina.

Julio se quedó triste porque no sabía cual era el tipo de cambio entre machacantes y soles. Además a el le gustaba el café mientras escribía, extrañaría una taza caliente, pero ni modo sino se permitía comer ahí, pues trabajo era trabajo.

Empezaba desde mañana, así que se tomó el día libre y se fue a la Plaza de Armas.

Una niñita lo seguía, quería llevarlo a algún sitio. Julio no le hacia caso, pero la niñita no cejaba en su empeño. Además le hablaba en inglés.

-Mister, usted y yo podemos ir al hostalito, pretty nice, very bonito, yo saltar, ijump! ¿ves? mister diez centavitos.

Julio se volteó, la miró fijamente, los ojos le dolían por el sol, no, no era una niña, era mas bien una enana y le faltaba una mano. Era manca, llevaba unas ojotas de esas que se hacen con llanta. Eso si tenía esos ojos verdes y llevaba arreando un carnerito diminuto que parecía un perrito lanudo, el bicho incluso llevaba paja en la boca y la masticaba como chicle.

-No puedo ir, tengo que hacer muchas cosas, además tú no debes hacer este tipo
de trabajos, te denigras.

-Y que voy a hacer mister, si no hay plata, no hay dinero y todo el mundo
desprecia, el blanco, el cholo, el indio, hasta el pordiosero desprecia cuando le
regalan un pollo grasiento para el solito.

Julito no sabía porque insistía en llamarlo mister, acaso Kafka no tenía algo de
Vallejo también.

-Hay mucho que hacer para ir pensando en esas cosas.

Los ojos verdes ya no lo miraron, bajaron hacia el cemento, hacia las pisadas de las
gentes que taconeaban el Jirón de La Unión, como máquinas rimbombantes y zumbadoras, como cadena de montaje acelerada. El sol sobre ellos, el calor y algunas sombras negras volando entre los edificios a medio derretir.

Julio con cara de Kafka, miró una zapatería, pensó que había muchísimo que hacer y luego contemplando la ciudad se quedó dormido y acurrucado junto a la enanita.

Mas tarde un perro flaco vino a hacerles compañía y se acurrucó junto al carnerito.

A su alrededor la ciudad seguía creciendo mientras rechinaba.

 

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